PSICOLOGÍA
CLÍNICA Y PSIQUIATRÍA
Federación
Europea de Asociaciones de Psicólogos (EFPA)
En este
artículo, a partir de los orígenes de la Psicología, se argumenta que la
Psicología Clínica es un disciplina científico–profesional con historia e
identidad propias y cuyos objetivos son la evaluación y diagnóstico,
tratamiento e investigación en el ámbito de los trastornos psicológicos o
mentales. La Psicología Clínica coincide con la Psiquiatría en que su objeto es
el trastorno mental, no la enfermedad, de tal manera que las funciones
profesionales de los psicólogos clínicos y de los psiquiatras convergen en gran
medida. Las diferencias estriban en que el psiquiatra no está suficientemente
formado para utilizar con destreza los tratamientos psicológicos ni los
instrumentos diagnósticos desarrollados por la investigación psicológica, ni el
psicólogo posee la habilitación legal ni la formación necesaria para hacer uso
de terapéuticas farmacológicas. Tanto el psicólogo clínico como el psiquiatra,
se encuentra suficientemente capacitado para el diagnóstico y el
establecimiento de la estrategia terapéutica más conveniente en cada caso por
lo que se impone la cooperación desde el reconocimiento de las distintas
competencias.
In this article, and on the basis of the origins of
psychology, it is argued that clinical psychology is a scientific-professional
discipline with its own history and identity, and whose objectives are
assessment and diagnosis, treatment and research in the field of psychological
or mental disorders. Clinical psychology coincides with psychiatry in that its
object is the mental disorder, not mental illness; thus, the professional
functions of clinical psychologists and psychiatrists are to a large extent
convergent. The differences reside in the fact that the psychiatrist does not
have the appropriate training to use treatments and diagnostic instruments
developed by psychological research, while the psychologist possesses neither
the legal authorization nor the necessary qualifications to administer
pharmacological therapies. Both the clinical psychologist and the psychiatrist
are sufficiently equipped for diagnosis and decision on the most appropriate
therapeutic strategy in each case, thus supporting the need for co-operation
based on the recognition of their different expertise and background.
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Correspondencia:
Juan Carlos Duro Martinez. E-mail: jcduro@cop.es
Orígenes de
la Psicología
Definición
de la Psicología
Puesto que
la Psicología Clínica es una especialidad de la Psicología se hace preciso
empezar por una definición de ésta. La Psicología es una ciencia que se define
por el estudio del comportamiento en todas sus manifestaciones y contextos. El
comportamiento es lo que hace la gente y supone, por tanto, alguna acción, actividad
o conducta. En este sentido, el comportamiento tiene una variedad de formas o
manifestaciones que incluyen la actividad mental, la respuesta
psicofisiológica, la reacción emocional, el decir y el hacer propiamente.
Puesto que
todo comportamiento se da en algún contexto, la Psicología estudia el
comportamiento en los distintos contextos incluyendo las relaciones sociales,
las actividades laborales, el desarrollo educativo, la vida familiar y, en fin,
todos los ámbitos del hacer humano. Asimismo, puesto que todo comportamiento es
de alguien, de alguna persona, el comportamiento se ha de estudiar de acuerdo
con la persona o actor de la acción de que se trate, lo que supone la
incorporación de las circunstancias biográficas. Consiguientemente, el comportamiento
depende del contexto o situación presente y de la persona de acuerdo con su
trayectoria biográfica. En fin, la Psicología se interesa tanto en el
comportamiento normal como en el anómalo, aquél que implica algún trastorno o
desorden sea para la propia persona o sea en relación con los demás.
Historia e
institucionalización científica de la Psicología
La
Psicología, como se ha dicho en frase célebre, tiene un largo pasado pero una
corta historia. Su corta historia, para concretarla en su historia como
disciplina científica, data de finales del siglo XIX. Precisamente, es en esta
época, de finales del siglo XIX, en la que surgen las distintas ciencias
humanas o ciencias sociales, entre ellas la Psicología, junto con la
Antropología, la Sociología y la Economía. Se ha de añadir que en esta época es
también cuando surge la Psiquiatría, a pesar de la larga historia de la
Medicina.
Las
condiciones históricas que han dado lugar a este surgimiento de las ciencias
humanas son varias pero parecen confluir en el interés e importancia que
alcanza ahora el ser humano, la persona o el sujeto, como objeto de
conocimiento y, en su caso, de cara a alguna posible mejora tanto de los
individuos como de la sociedad. Si en siglos anteriores el mundo era el objeto
de conocimiento y de dominio, y el siglo XVIII se caracterizó, en particular,
por tener como objeto de conocimiento al conocimiento mismo, o lo que es igual,
a cómo el sujeto conoce y construye el mundo, el siglo XIX se interesó por el
sujeto o la persona como objeto del saber científico, por decirlo así también,
en cómo el mundo construye al sujeto o cómo el individuo es modelado por el
mundo.
Así pues, es
en el contexto en el que el saber científico se vuelve sobre los propios
sujetos y la sociedad, en el que surgen las ciencias sociales o humanas, entre
ellas la Psicología. No está demás recordar que estas ciencias, y muy
característicamente la Psicología, tienen una doble vocación, por un lado,
constituir un conocimiento básico, de carácter empírico y experimental, y, por
otro, ofrecer un conocimiento aplicado que sirva a la mejora práctica de los
asuntos humanos.
Puestos a
datar esta historia científica, se suele citar como primer hito la fecha de
1879, el año en que Wilhelm Wundt funda en la Universidad de Leipzig el primer
laboratorio de Psicología. Sin embargo, lo más importante es ver la
simultaneidad con la que aparecen en los distintos países los laboratorios, los
tratados y las figuras señeras. Así, se habría de citar a William James en
EEUU, quien ya disponía de un laboratorio de Psicología en 1875 (en realidad la
misma fecha en la que Wundt empezara con el suyo) y escribiera el primer
tratado de Psicología en 1890 titulado Principios de Psicología, sin duda un
tesoro del saber psicológico. Se citaría igualmente a Francis Galton en
Inglaterra por su estudio empírico de las diferencias individuales, con su
primer centro para la medida psicológica de 1885, y a Théodule Ribot en
Francia, alma mater del primer Congreso de Psicología Experimental en 1889. Se
recordaría, también, que la fundación de la American Psychological Association
fue en 1892, así como el de la revista Psychological Review, por citar la
sociedad y la revista de mayor relevancia hoy día. Por lo que respecta a
España, se habría de decir que se dio una temprana recepción de la Psicología
de la época, primero a cargo de la Institución Libre de Enseñanza y, después, a
partir de principios del siglo XX, con los institutos aplicados y la dotación
de las primeras cátedras universitarias.
En fin, es
un hecho histórico que la Psicología alcanza su institucionalización científica
a finales del siglo XIX, en el contexto de las ciencias humanas o sociales.
Cabe añadir que de este contexto forma parte también la Psiquiatría. Aunque
especialidad médica, la Psiquiatría no deja de estar influida por el Zeitgeist
que dio lugar a las ciencias humanas, pues no es en vano que la Psiquiatría se
presente a menudo como la más humana de las especialidades médicas. En este
sentido, el talante bio-psico-social no le viene de otro sitio que de esta
atmósfera propiamente psico-social.
Ámbitos
profesionales de la Psicología
Esta
institucionalización científica es pareja de la implantación profesional. Si
bien el conocimiento básico es uno, la aplicación social es diversa, en función
de la variedad de contextos en los que la Psicología fue requerida. Así, desde
los primeros tiempos, la Psicología aplicada ha ido definiendo distintos campos
profesionales, entre los cuales figuran como perfiles tradicionales la
Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, la Psicología de la Educación y
la Psicología Clínica, entre otros más como la Psicología del Deporte, la
Psicología de la Drogodependencia, la Psicología del Tráfico y la Seguridad
Vial, la Psicología de la Intervención Social y la Psicología Jurídica
(Goldstein y Krasner, 1987/1991).
Consiguientemente,
la Psicología Clínica es un campo profesional de la Psicología, entre otros.
Esto quiere decir que la formación básica del psicólogo es amplia y sólida como
para que pivoten sobre ella distintas actuaciones profesionales. Asimismo,
quiere decir que el psicólogo clínico integra conocimientos de diversos ámbitos,
con los que siempre tienen que ver, de alguna manera, los trastornos
psicológicos.
En efecto,
la UNESCO y la OIT contemplan a la Psicología Clínica en el marco de una
formación científica básica y una actuación profesional diversificada. La Nomenclatura
Internacional de la UNESCO para campos de ciencia y tecnología (Comisión
Interministerial de Ciencia y Tecnología,1990) contempla la Psicología en el
campo científico 61, subdividido en las especialidades que se recogen en el
Cuadro 1.
Del mismo modo,
la OIT en su Clasificación Internacional Uniforme de Ocupaciones afirma que:
"Los psicólogos investigan y estudian los procesos mentales y del
comportamiento de los seres humanos, individualmente o como miembros de grupos
o sociedades, y asesoran sobre estos conocimientos o los aplican a fin de
promover la adaptación y desarrollo tanto individual como social, educativo o
profesional de las personas" (OIT, 1991, pág. 88).
En este
sentido dicho informe señala como tareas del psicólogo entre otras: "Estudiar
los factores psicológicos en el diagnóstico, tratamiento y prevención de
enfermedades mentales y trastornos emocionales o de la personalidad"
Orígenes de
la Psicología Clínica con referencia a la Psiquiatría
Definición
de Psicología Clínica
La Psicología
Clínica es un campo de especialización de la Psicología que aplica los
conocimientos y técnicas de ésta al estudio del comportamiento anómalo, aquél
que supone algún trastorno para la propia persona y/o para otros. El estudio
del comportamiento por parte de la Psicología Clínica se interesa
principalmente en establecer un psicodiagnóstico, cara a identificar el
trastorno, en analizar la condición psicopatológica, cara a una explicación, y
en llevar a cabo un tratamiento, cara a remediar el problema y, en su caso,
prevenirlo. En este sentido, la Psicología Clínica, aun dentro de la
Psicología, dispone de sus propios métodos, modelos y procedimientos, en
particular, métodos psicodiagnósticos, modelos psicopatológicos y
procedimientos psicoterapéuticos. En todo caso, ello ha llegado a ser así en
virtud de un proceso histórico de acumulación de saber científico y técnico y
de institucionalización y reconocimiento social. Este reconocimiento social se
pone claramente de manifiesto en la definición de las actividades del psicólogo
clínico que recoge la Enciclopedia Británica, una de las más prestigiosas
enciclopedias del mundo, bajo tres epígrafes: "Evaluación (incluyendo
Diagnóstico), Tratamiento e Investigación. Respecto a la Evaluación los
psicólogos clínicos aplican e interpretan tests psicológicos tanto con fines de
evaluar la inteligencia y otras capacidades del individuo o bien con el
propósito de esclarecer las características mentales que sirven de base para
realizar el diagnóstico de un trastorno mental específico. La entrevista, en la
que los psicólogos preguntan e interactúan con un paciente, es otra herramienta
diagnóstica estándar. Para fines de Tratamiento, el psicólogo clínico puede
usar una amplia variedad de formas de psicoterapia, aunque recientemente existe
la tendencia hacia a un enfoque ecléctico, mediante una combinación de técnicas
adaptadas a cada caso. Los psicólogos clínicos pueden especializarse en Terapia
de Conducta, Terapia Grupal, Terapia Familiar, Psicoanálisis y otras. La Investigación
es un importante campo para algunos psicólogos clínicos en su formación para
hacer estudios experimentales y para el uso de las técnicas estadísticas. De
este modo, los psicólogos clínicos son miembros fundamentales en proyectos de
investigación realizados en el ámbito de la Salud Mental".
La historia
de la Psicología Clínica forma parte de la misma historia de la Psicología,
aunque con su propio perfil. Es decir, el estudio del comportamiento que supone
algún trastorno corre paralelo al estudio del comportamiento normal. En este
sentido, es ejemplar la historia de la Psicología Clínica realizada por J. M.
Reisman (1991), probablemente la historia más completa y sistemática. Se trata
de una historia década por década, desde 1890 hasta 1990, agrupadas en cuatro
generaciones. Lo interesante a señalar de esta historia es el esquema
expositivo utilizado, consistente en presentar, en primer lugar, los
conocimientos psicológicos del funcionamiento normal de la personalidad, a
continuación, la técnicas diagnósticas, las formulaciones psicopatológicas y
los procedimientos terapéuticos, y finalmente, la institucionalización
profesional. Quiere decir que tanto uno como otro, el diagnóstico, la
psicopatología, el tratamiento y la institucionalización profesional, se han
ido desarrollando al hilo y en interacción con la Psicología.
Fundación de
la Psicología Clínica
De la
historia de la Psicología Clínica importa tener presente los siguientes hitos
que han ido conformando su desarrollo y estado actual. Si hubiera que dar una
fecha de bautizo de la Psicología Clínica ésta sería 1896, cuando Lighner
Witmer fundara en la Universidad de Pennsylvania la primera clínica con el
nombre precisamente de ´psicología clínica´. De esta manera, se empezó a
definir un papel clínico del psicólogo hasta entonces caracterizado, sobre
todo, como científico (recuérdese la fecha de 1879 del primer laboratorio). El
caso es que el propio Witmer había hecho su tesis doctoral con Wundt en
Alemania (como también había trabajado con Wundt el padre de la psiquiatría,
Emil Kraepelin).
La clínica
de Witmer empezó por ofrecer tratamiento para deficiencias del desarrollo
infantil sobre la base terapéutica de un re-aprendizaje. Como dice Reisman
(1991), el papel terapéutico propuesto por Witmer es muy similar al papel del
terapeuta de conducta de hoy día (una de las principales orientaciones de la Psicología
Clínica). La clínica terminó por desarrollar lo que su fundador denominara
´método clínico´, una suerte de formación de los estudiantes en
psicodiagnóstico y aplicación terapéutica (ofrecida por la Universidad de
Pennsylvania en 1904-1905). Esta primera clínica se concibió como una
institución de servicio público y pronto otras universidades fundaron las
suyas. Finalmente, Witmer sería también fundador en 1907 de la primera revista
de Psicología Clínica (The Psychological Clinic).
La fecha de
1896 es significativa también por ser el año en el que Sigmund Freud pusiera el
nombre ´psicoanálisis´ a su propio método clínico. Es interesante reparar en
que Freud y el psicoanálisis recién bautizado supusieron una ruptura con la
tradición neuropatológica y el comienzo de un nuevo enfoque que bien puede
inscribirse como Psicología Clínica. En todo caso, la aportación de Freud en
este sentido fundacional se puede cifrar en los siguientes términos. De una
forma de conocimiento con base en la mirada biológica, que se había mostrado
inútil para explicar la neurosis, Freud pasa a una forma de conocimiento con
base en la escucha biográfica, lo que habría de permitir una concepción
propiamente psicológica, con su psicopatología y psicoterapia. Como se dirá
después, Freud afirmará más adelante que el psicoanálisis no es cosa de la
medicina.
Desarrollo
de la Psicología Clínica hasta 1940
Más allá de
estos hitos fundacionales, se señalarían en los primeros años del siglo XX las
innovaciones psicodiagnósticas debidas a las pruebas para la medida de la
inteligencia desarrolladas por Alfred Binet, dando lugar a las célebres escalas
Binet-Simon y Stanford-Binet. Luego vendrían las escalas debidas a Arnold Gesel
y a David Wechsler. Tampoco puede faltar aquí la referencia a Charles Spearman
y Edward L. Thorndike, al hablar de la medida de la inteligencia. En esta misma
línea de desarrollo de pruebas psicodiagnósticas se citaría, ya en los años
cuarenta, el MMPI (Minnesota Multiphasic Personality Inventory, construido por
el psicólogo S. Hathaway y el psiquiatra J. C. McKinley). Entre las pruebas
proyectivas, aparte del Rorschach, disponible desde los años veinte, se citaría
el TAT (Thematic Apperception Test) de C. D. Morgan y H. Murray, presentado en
1935. En fin, todas estas referencias, entre otras muchas posibles, no tienen
otro propósito que servir de ocasión para subrayar la tradicional y siempre
reconocida función del psicólogo clínico en la construcción de pruebas de
medición psicológica y en su aplicación al psicodiagnóstico.
A pesar de
que ambos fundadores de la Psicología Clínica (Witmer y Freud) incluían el
tratamiento como una de sus principales funciones, lo cierto es que el
psicodianóstico, así como la investigación, fueron las mayores señas de
identidad del psicólogo clínico en estos primeros tiempos. De hecho, la imagen
del psicólogo como científico o investigador del funcionamiento psicológico era
su identificación primera, como así se reflejaba en la American Psychological
Association, dominada por psicólogos académicos (científicos). Sin embargo,
esta vertiente aplicada llevó a los psicólogos clínicos en 1917 a crear su
propia asociación, la American Association of Clinical Psychologists, si bien
dos años después se reintegraría de nuevo en la American Psychological
Association, de la que se había segregado debido precisamente al marcado perfil
científico de ésta.
Ahora bien,
la Psicología científica y académica no dejó de ofrecer conocimientos
relevantes al tratamiento psicológico. Desde 1913, con el manifiesto de J. B.
Watson, el conductismo llegó a ser el ´toque moderno de la Psicología´. Esto
supuso el gran desarrollo de la Psicología del Aprendizaje, relativo a cómo los
humanos aprenden las conductas que tienen, de la que derivarían numerosas
técnicas terapéuticas. Así pues, técnicas psicoterapéuticas estaban disponibles
desde los años veinte (si bien no sería hasta los años cincuenta cuando
alcanzaran su importancia, con la terapia de conducta). Se ha de recordar que
esta lógica del aprendizaje está en línea con la Psicología Clínica fundada por
Witmer, como se dijo antes.
Por su lado,
la línea iniciada por Freud no dejaría también de crecer y de expandirse,
constituyendo junto con el conductismo, otra gran corriente de la Psicología
Clínica. Es interesante señalar a este respecto, la separación del
psicoanálisis de la medicina y, por tanto de la psiquiatría, defendida por el
propio Freud en 1927. Viene a decir Freud, contra la tendencia en EEUU, que el
psicoanálisis es parte de la Psicología y no de la Medicina.
Es así que,
a finales de la década de 1930, los psicólogos clínicos desempeñaban con mayor
frecuencia funciones terapéuticas, además de la función psicodiagnóstica
tradicional. Se trataba, todavía, de entrevistas terapéuticas y de actividades
psico-educativas y de aconsejamiento. Sin embargo, ésta es la cuestión, no
puede dejar de percibirse el papel creciente de esta actividad. En esta época,
finales de los años treinta, aparecen los primeros programas de formación de
postgrado para psicólogos clínicos (en las universidades de Columbia y de
Boston). La Sección de Psicología Clínica de la American Psychological
Association era cada vez mayor. De hecho, se llego a separar, una vez más, en
1937 formando ahora la American Association of Applied Psychology (para
reintegrase de nuevo en 1944), de la que surgiría, a su vez, la Asociation of
Consulting Psychology y el Journal of Consulting Psychology. Quiere ello decir
que la Psicología Clínica organiza sus propias instituciones y perfil
profesional dentro de la Psicología de la que forma parte.
Reconocimiento
legal de la Psicología Clínica en 1945
En el año
1945 se reconoció en EEUU mediante certificación legal la Especialidad de
Psicología Clínica (empezando en el Estado de Conneticut y extendiéndose sucesivamente
al resto). Este año es clave en razón del final de la Segunda Guerra Mundial.
En efecto, el retorno y readaptación de millones de veteranos de la guerra
creaba un problema social que desbordaba las condiciones clínicas al uso. Es de
recordar aquí que los psicólogos empleados en las fuerzas armadas durante la
guerra ya venían desempeñando funciones psicoterapéuticas. Concretamente, la
mitad de los 1710 psicólogos empleados incluían entre sus actividades el
counseling y la psicoterapia.
Dada esta
necesidad social, se habilitó entonces un sistema de formación en Psicología
Clínica, con toda una serie de requisitos avalados por la American
Psychological Association y por instituciones estatales como el National
Institute of Mental Health y el U. S. Public Health Service. Esta formación en
Psicología Clínica se conocería como el ´modelo Boulder´ en razón de la
localidad donde se celebrara la conferencia que determinó este sistema. Este
modelo focalizaba la formación en lo que unos autores denominaron la ´santa
trinidad´ de la Psicología Clínica, esto es, la investigación científica, la
evaluación psicodiagnóstica y el tratamiento psicoterapéutico (Nietzel,
Bernstein y Milich, 1994, pág. 29). Como culminación de este establecimiento
profesional de la Psicología Clínica se citaría la promulgación por parte de la
American Psychological Association del Código Ético para los Psicólogos
Clínicos.
Es
interesante reparar en que, si bien la profesión psiquiátrica había tenido
antes reticencias acerca del papel psicoterapéutico por parte del psicólogo
clínico, ahora admite y reconoce estas funciones, como lo muestra el apoyo de
la Administración de Veteranos, el Instituto Nacional de Salud Mental y el
Servicio de Salud Pública de EEUU. Es más, el consejo de la American
Psychiatric Association aprobaría en 1952 una resolución a favor de esta
especialidad de Psicología Clínica.
En esta
línea de consolidación y reconocimiento se añadiría que la Corte Suprema de
EEUU, empezando por el Estado de Michigan en 1959, otorgó reconocimiento legal
al psicólogo clínico como experto en la determinación de la enfermedad mental
(Reisman, 1991, pág. 293).
Consolidación,
expansión y reconocimiento social de la Psicología Clínica
A partir de
los años cincuenta, la Psicología Clínica consolida su estatuto tanto
profesional como científico, amplía su horizonte y alcanza reconocimiento
social según se aprecia en la demanda y satisfacción por sus prestaciones.
Se
destacaría, sobre todo, el desarrollo de nuevos sistemas psicoterapéuticos.
Así, han llegado a tener nombre propio en el campo clínico, tanto en la
Psiquiatría como en la Psicología Clínica, la terapia de conducta, la terapia
cognitiva, la terapia cognitivo-conductual y la terapia de pareja y de familia,
entre otras, aparte de las psicoterapias clásicas. Estos sistemas
psicoterapéuticos cuentan con modelos psicopatológicos de los trastornos que
tratan y, obviamente, con las pruebas psicodiagnósticas correspondientes. Una
cuestión muy importante en esta época, posterior a los años cincuenta, es que
se ha demostrado, mediante investigaciones sistemáticas, la eficacia de la
terapia psicológica, un asunto que queda fuera de dudas. El asunto pendiente, a
este respecto, en todo caso un asunto abierto a la indagación científica que no
pone en duda la competencia profesional, es la mayor o menor eficacia de unas
terapias en relación con las otras y la distinta eficiencia con que producen el
resultado, una cuestión que alcanza igualmente al tratamiento
psicofarmacológico.
En efecto,
un asunto candente en la investigación actual sobre los tratamientos
psicológicos y psicofarmacológicos es su estudio comparativo, cara a determinar
la eficacia y la eficiencia relativas entre ellos, según los distintos
trastornos, habida cuenta que la eficacia y la eficiencia absolutas respecto
del no-tratamiento y del tratamiento placebo (como es preceptivo) está
demostrada. Con todo, la cuestión que importa subrayar aquí es que los
tratamientos psicológicos tienen probada eficacia terapéutica, siendo el
tratamiento de elección en numerosos trastornos (Nathan y Gorman, 1998; Roth y
Fonaggy, 1996).
Esta
consolidación y expansión de la terapia psicológica vino dada por dos
condiciones. Por un lado, el desarrollo científico de la Psicología, relativo
al aprendizaje de la conducta, al desarrollo de la personalidad, al
funcionamiento cognitivo, a la relación interpersonal, a la influencia social,
a la organización de los grupos sociales, (aparte de las disciplinas propiamente
clínicas), ha permitido una mejor comprensión de los trastornos psicológicos y
la elaboración de tratamientos coherentes con esta naturaleza psicológica. Por
otro lado, la demanda social ha puesto de relieve una creciente presencia de
trastornos psicológicos. Esta mayor presencia de trastornos psicológicos en la
segunda mitad del siglo XX tiene que ver con las formas de vida y ciertas
características de la sociedad actual que han dado lugar, incluso, a trastornos
nuevos como, por ejemplo, los relativos a la alimentación (anorexia, bulimia) y
al incremento de otros como, por ejemplo, la depresión, aparte del mejor
entendimiento de los trastornos ya existentes.
Siendo así
las cosas, no puede pasar desapercibida la naturaleza psicológica y social de
los trastornos psicológicos (sin perjuicio de sus concomitancias biológicas) y,
consiguientemente, la importancia de un tratamiento psicoterapéutico en
correspondencia con esta condición. No es una mera coincidencia que una
corriente de la Psiquiatría (de las dos en que está bifurcada) tenga una
marcada orientación psico-social, ciertamente, de gran confluencia y afinidad
con el enfoque que le es propio a la Psicología Clínica (la otra corriente
psiquiátrica tiene una orientación biológica). En este sentido, todo hay que
decirlo, numerosas innovaciones psicoterapéuticas de las aludidas fueron
desarrolladas tanto por psicólogos como por psiquiatras. Así pues, no es una
casualidad que se use el término ´trastorno psicológico’ u otro afín como
pudiera ser desorden del comportamiento o alteración psicopatológica, en vez de
´enfermedad mental´ o, incluso, ´trastorno psiquiátrico´.
Objeto de la
Psicología Clínica y de la Psiquiatría
Trastornos
psicológicos que no enfermedades mentales
En efecto,
los trastornos psicológicos no son propiamente enfermedades mentales. La noción
de enfermedad, perfectamente establecida en la Medicina, no se aviene, sin
embargo, a concebir los trastornos que forman parte del campo de la
psicopatología. Ni siquiera trastornos psicopatológicos tan graves y
discapacitantes como puedan ser la esquizofrenia o la depresión responden al
concepto de enfermedad. Por lo pronto, no tienen una etiología biológica
identificada y lo cierto es que después de un mayor conocimiento del cerebro no
se sabe más que hace un siglo sobre los presuntos mecanismos cerebrales de la
esquizofrenia y la depresión (al margen de la infinidad de hipótesis en
circulación). Lo que, en cambio, sí se sabe más es acerca de la complejidad de
factores implicados y de la importancia de los determinantes personales,
familiares y sociales.
Por otro
lado, estos trastornos tampoco tienen la entidad nosológica que se supone a una
enfermedad. En realidad, la esquizofrenia es más un espectro de trastornos, de
sintomatología y pronóstico variable que, ciertamente, una enfermedad, cuya
etiqueta revelara una entidad neurológica como cuando se dice, por ejemplo,
´enfermedad de Alzheimer´. Igualmente, la depresión es un trastorno psicológico
que está más relacionado con las vicisitudes de la vida que con las de la
biología.
Todo ello,
no quita que estos trastornos, y los otros, se puedan definir con objetividad.
De hecho, la Psicología Clínica y la Psiquiatría disponen de métodos,
instrumentos y criterios psico-diagnósticos que permiten su identificación.
Pero lo que se define es un trastorno, no una enfermedad. Asimismo, nada impide
reconocer la utilidad de ciertos psicofármacos con eficacia probada en
determinados trastornos. Ahora bien, cosa diferente sería suponer que por ello
se trata de una enfermedad (porque sea útil un tratamiento médico). No porque
sea efectiva la aspirina para el dolor, el paciente tiene una enfermedad,
póngase por caso, la ´acetilsaliciliconemia´, en razón de su acción
farmacológica. Ni tampoco, por más que el dolor sea síntoma de muchas
enfermedades, es de por sí una enfermedad, si bien siempre es un trastorno.
Definición
del trastorno psicológico o mental
Lo que se ha
dicho hasta este momento en relación a la naturaleza diversa del trastorno
frente a la enfermedad queda claramente refrendado en las clasificaciones
internaciones de los trastornos mentales patrocinadas en gran medida por las
instituciones médicas oficiales y psiquiátricas más influyentes
El sistema
oficial de clasificación de la OMS recoge en el Capítulo V los trastornos
mentales (Organización Mundial de la Salud, 1992) afirmando que "el
término ‘trastorno’ se usa a lo largo de la clasificación para evitar los
problemas que plantea el utilizar otros conceptos tales como ‘enfermedad’ o ‘padecimiento’.
Dicho término se usa para señalar la presencia de un comportamiento o de un
grupo de síntomas identificables en la práctica clínica, que en la mayoría de
los casos se acompañan de malestar e interfieren con la actividad del
individuo" (pp. 25-26). Por su lado, las enfermedades neurológicas,
malformaciones, anomalías congénitas, lesiones, intoxicaciones y otras secuelas
de causas externas, etc., son recogidos en otros capítulos de la clasificación
internacional de las enfermedades.
La
Asociación Psiquiátrica Americana, en su más reciente catálogo oficial de los
trastornos mentales DSM-IV, ha evitado igualmente utilizar el término
"enfermedades" para los problemas del comportamiento, por estar
determinados por una interacción de factores causales, y define el trastorno
mental como "... un síndrome o patrón comportamental o psicológico de
significación clínica, que aparece asociado a un malestar (p. ej., dolor), a
una discapacidad (p. ej., deterioro en una o más áreas de funcionamiento) o a
un riesgo significativamente aumentado de morir o de sufrir dolor, discapacidad
o pérdida de libertad. Además, este síndrome o patrón no debe ser meramente una
respuesta culturalmente aceptada a un acontecimiento particular (p. ej., la
muerte de un ser querido). Cualquiera que sea su causa, debe considerarse como
la manifestación individual de una disfunción comportamental, psicológica o
biológica. Ni el comportamiento desviado (p. ej., político, religioso o sexual)
ni los conflictos entre el individuo y la sociedad son trastornos mentales, a
no ser que la desviación o el conflicto sean síntomas de una disfunción"
(American Psychiatric Association, 1995, pág. XXI).
Naturaleza
del trastorno psicológico o mental
Dado el
hincapié que se hace en la distinción entre trastorno y enfermedad mental, se
hace preciso una breve fundamentación respecto a la naturaleza de la misma.
El proceso
de valoración diagnóstica y la prescripción de un tratamiento exige,
implícitamente, un paso previo que consiste en comprender el funcionamiento
normal de la persona. No es posible identificar qué es lo que va mal en su
funcionamiento si no se dispone de una clara idea sobre cómo funciona la
persona, e incluso sobre cómo debería funcionar en el caso de que nada fuera
mal.
Por otra
parte, reiterando la definición que ofrece el DSM-IV, se afirma que el
trastorno psicológico o mental, "cualquiera que sea su causa, debe
considerarse como la manifestación individual de una disfunción comportamental,
psicológica o biológica". Es decir, el trastorno mental puede ser debido a
múltiples causas y es, en última instancia, un concepto funcional; de modo que
el hecho de que los trastornos mentales hayan sido formulados siguiendo un
"modelo médico" no implica por principio la existencia de causas
fisiológicas u orgánicas en su origen. El carácter deliberadamente ateórico de
los sistemas diagnósticos oficiales de los trastornos mentales es el resultado
de reconocer abiertamente que en su origen coexisten diferentes causas.
La
disparidad de causas que pueden dar lugar a un trastorno mental es reconocida
de manera explícita, en consecuencia, por los expertos en Psicopatología, por
los organismos oficiales (como es el caso de la OMS), así como por las asociaciones
científico-profesionales de psicólogos y de psiquiatras. Pero, además, la
definición del trastorno en términos de disfunción se ha establecido, en los
sistemas de clasificación internacionalmente aceptados, con arreglo,
exclusivamente, a criterios diagnósticos (signos y síntomas) de naturaleza
psicológica y comportamental. A este respecto, habría que añadir que incluso
los trastornos mentales más graves, como las psicosis funcionales, se definen o
diagnostican por estos criterios psicológicos y comportamentales,
independientemente de cuál pudiera ser la naturaleza de los factores que
contribuyen a su etiología. Tan sólo las psicosis orgánicas y las demencias
pueden considerarse auténticas enfermedades, en el sentido pleno y no analógico
de la palabra; dolencias que, curiosamente, están pasando progresivamente del
ámbito de tratamiento de la Psiquiatría al de la Neurología, al igual que
históricamente sucedió con otras enfermedades, tales como la epilepsia.
Es
inconsecuente, por lo tanto, concluir que los psiquiatras sean los exclusivos
profesionales capaces de diagnosticar y tratar los trastornos mentales cuando
los criterios diagnósticos huyen de contemplar las causas que los determinan,
en términos orgánicos, y se basan exclusivamente en conductas observables.
Argumentar
que todos los trastornos psicológicos o mentales necesariamente son trastornos
cerebrales, afirmando que todos los estados mentales son estados cerebrales, es
manifiestamente superfluo y a la vez falaz. Utilizando una analogía, ello
equivale a afirmar que puesto que todo programa informático (software) corre en
una máquina o soporte físico (hardware), cualquier error detectado en una
operación debe explicarse por fallos en el sistema físico, descartando así la
existencia de errores en el programa mismo o en su manipulación; cuando de
hecho la mayoría de las disfunciones operativas se deben a errores o
imperfecciones del programa y no a causas físicas del aparato. Igualmente
incongruente sería sostener, en el ámbito profesional, que todos los fallos
apreciados en un programa o proceso informático deben ser subsanados por o bajo
la supervisión y control de los físicos, por cuanto conocen los fundamentos
remotos que sirven de base a la máquina, excluyendo a los ingenieros y
analistas que trabajan con el software.
Finalmente,
la pretensión de medicalizar cualquier comportamiento humano, normal o anormal,
argumentando que sus últimas causas puedan ser alteraciones cerebrales u
orgánicas hoy desconocidas pero tal vez evidentes con el progreso futuro de la
ciencia, supone también dar la espalda a la realidad histórica, que ha
demostrado justamente lo contrario: que numerosos trastornos mentales antaño
atribuidos a enfermedades o causas físicas hoy nadie duda que tienen un origen
psicológico y que está indicada la prescripción de tratamientos psicológicos
como técnicas de elección.
¿A qué viene
esta insistencia en algo que parece tan obvio y está admitido? Se trata de la
ambigüedad con la que a menudo se maneja este asunto. La ambigüedad por la que
se desliza y se pasa a sobre-entender que los trastornos psicológicos son
enfermedades mentales. Al hablar entonces de enfermedad se presupone que los
trastornos en cuestión tienen una etiología y un tratamiento bio-médico y
fueran, por ello, del dominio psiquiátrico, cuando en rigor los trastornos no
son propiamente enfermedades. Se trata pues de una ambigüedad que puede tener
importantes consecuencias. Esta ambigüedad es mantenida, sobre todo, por los
propios psiquiatras debido, probablemente, a su identificación profesional y a
los privilegios que pueda suponer arrogarse el ´dominio de enfermedades´. Un
punto más de esta ambigüedad viene dado, incluso, cuando se habla de ´trastorno
psiquiátrico´, cuya denominación (aun cuando legítima) tiene más un sentido
profesional que el sentido fundado en la naturaleza de las cosas, que no es
otro que el ser trastorno psicológico, mental o del comportamiento, como así es
en los documentos internacionalmente reconocidos (antes citados).
La
Psicopatología como fundamento de la Psicología Clínica y de la Psiquiatría
Como señala
Berrios (1996), un destacado historiador de la Psiquiatría, se ha venido
utilizando en el pasado los términos "psicopatología" y
"psiquiatría" de manera intercambiable especialmente en los Estados
Unidos; en Europa, en cambio, el primero de estos términos ha tenido, desde
finales del siglo XIX, un significado más amplio para referirse a la ciencia de
los síntomas mentales, incluyendo su descripción y explicación
También
sostienen Millon y Klerman, dos destacados investigadores participantes en el
actual sistema de clasificación de la Asociación Psiquiátrica Americana
(DSM-IV), que "aunque el término ‘psicopatología’ fue utilizado en el
pasado como sinónimo de sintomatología descriptiva, ahora puede ser justamente
utilizado para representar ‘la ciencia de la conducta anormal y de los
trastornos mentales’. Sus métodos de estudio actualmente incluyen tanto
procedimientos clínicos como experimentales" (Millon y Klerman, Eds., 1986
pág. IX).
Resumiendo,
a tenor de las puntualizaciones anteriores, la Psicopatología es la ciencia que
estudia la conducta anormal centrándose en tres áreas:
a) La
descripción y eventual clasificación de los comportamientos anormales.
b) La
explicación de los procesos implicados en su desarrollo y mantenimiento.
La búsqueda
de sus causas o factores etiológicos.
Para esta
tarea, la Psicopatología se vale de procedimientos propios de la Psicología y,
en especial de la Psicología Experimental, además de otras ciencias.
Una
definición de este tipo implica la caracterización de la Psicopatología como
una disciplina básica, más bien que aplicada, y que, además, se conforma de
modo interdisciplinario por cuanto se nutre de información convergente de
varias disciplinas científicas como son la Psicología, la Neurología, la
Genética, la Fisiología, etc., en la medida en que ninguna de estas ciencias
aisladamente logra explicar satisfactoriamente la conducta anormal.
En resumen,
la Psicopatología ha sido definida como el estudio científico sistemático de la
etiología, sintomatología y proceso de la conducta anormal. La Psicopatología
es, en consecuencia, la ciencia base tanto de la Psiquiatría como de la
Psicología Clínica, como la disciplina dedicada al estudio científico del comportamiento
trastornado o anómalo; mientras estas dos disciplinas son, en cambio, ciencias
aplicadas, que utilizan sus propios recursos terapéuticos para el abordaje de
los trastornos del comportamiento, en función de la etiología relevante en cada
caso y de la tecnología de la que cada una dispone.
Las
funciones profesionales de los psicólogos clínicos y de los psiquiatras
Dicho esto,
nada quita reconocer ahora la confluencia entre la Psicología Clínica y la
Psiquiatría. De hecho, es posible que las avenencias sean mayores que las
desavenencias y esto es así, históricamente, tanto en el plano de la
investigación como en el de la provisión de servicios. La única diferencia
entre el psicólogo clínico y el psiquiatra, en lo que atañe a lo que nos ocupa,
la evaluación, diagnóstico y tratamiento de los trastornos psicológicos o
mentales, viene dada por la facultad legal de éste último para la prescripción
de fármacos. Por lo que respecta a la posible facultad científica del psicólogo
para la prescripción de psicofármacos, esta dependería de que su currículo
académico incluyera las disciplinas correspondientes (aunque en verdad no falta
en los estudios de Psicología una asignatura de Psicofarmacología). Es de
añadir, en este sentido, que hay actualmente un debate en EEUU acerca de la
habilitación legal del psicólogo para la prescripción de fármacos (Monográfico
de American Psychologist (1996): Current Issues: Prescription Privileges, Vol.
51, Nº 3).
En relación
con actuaciones forenses, el psicólogo clínico fue reconocido ya en 1959, en
EEUU, como se dijo antes, para dictaminar precisamente sobre la ´enfermedad
mental´, supuesto que el trastorno psicológico tiene consecuencias análogas a
la calificación de enfermedad. Por su parte, el Psicólogo de Juzgados en el sistema
Judicial español cumple funciones de este tipo.
Ahora bien,
señalado este uso compartido de funciones (investigadoras, psicodiagnósticas y
psicoterapéuticas), con la salvedad de la prescripción de fármacos, cabría
decir con fundamento, con fundamento en la historia de la Psicología Clínica y
en la naturaleza de las cosas que, en general, el psicólogo clínico está mejor
formado para la función psicodiagnóstica (sobre todo cuando de la aplicación de
pruebas psicométricas se trate, lo que es prácticamente siempre) y para la
aplicación de psicoterapias o tratamientos psicológicos (no así en el supuesto
de los farmacológicos). Estas afirmaciones que matizan el uso compartido de
funciones con una posible, y aun probable, mayor competencia psicodiagnóstica y
psicoterapéutica del psicólogo clínico, se sostiene al cotejar el contenido del
currículo del psicólogo clínico y del psiquiatra, donde se observaría la
amplitud de disciplinas relevantes a los trastornos psicológicos cursadas por
el psicólogo clínico.
A este
respecto, es interesante reparar en que esta convergencia de funciones está
reconocida por la propia Psiquiatría. Así en el influyente "Tratado de
Psiquiatría" de Kaplan y Sadock se dedica un capítulo a la Psicología
Clínica en el que, entre otras cuestiones, se refiere lo siguiente: "La
Psicología Clínica es aquel aspecto de la ciencia y la práctica psicológica
interesado en el análisis, tratamiento y prevención de las incapacidades
psicológicas humanas y en la mejora de la adaptación y efectividad personal.
Como estos objetivos son compartidos parcialmente por otras disciplinas, el
contenido y ámbito de este campo se solapan inevitablemente con otras
disciplinas clínicas, sobre todo con la psiquiatría y la asistencia social
clínica. La diferenciación más estricta de estos campos radica en su uso de las
técnicas y contenido de la psicología básica y las ciencias biológicas y
sociales estrechamente relacionadas. Comparte con las demás áreas de la
psicología el énfasis en la investigación sistemática como base empírica de sus
procedimientos clínicos" (Rodnick, 1989, pp. 1925-1929).
La
Psicología Clínica concuerda con las demás áreas de la psicología su interés
por la medición de las funciones conductuales y psicológicas, el diseño
sistemático de la investigación, la comprobación empírica de las implicaciones
de los modelos e hipótesis clínicas, y la evaluación y valoración de la
efectividad de sus predicciones. El contenido empírico de este campo abarca
aquellos aspectos de la ciencia psicológica relevantes para el diagnóstico y
tratamiento de los problemas de salud mental.
Los mismos
intereses que manifiesta el médico, relativos a una perspectiva unitaria
(bio-psico-social) de la persona que presenta un trastorno mental, son
compartidos plenamente por los psicólogos que ejercen su función profesional en
este ámbito. Ello, sin embargo, no debe significar el exclusivo acaparamiento
por ninguna de las partes de todos los factores que intervienen el proceso
patológico o el también exclusivo control de la persona afectada sino la
cooperación de diversas especialidades en beneficio del individuo. Éste es el
objetivo manifestado, al margen de intereses gremialistas, por los
profesionales expertos de diversos países.
Las guías de
consenso de los expertos internacionales para el tratamiento de diversos
trastornos mentales, expuestas en el cuadro 2, reconocen la necesidad de una
actuación terapéutica interdisciplinaria (psicólogos y psiquiatras), y son una
demostración de la conveniencia de armonizar el abordaje terapéutico con la
multiplicidad de causas y factores que intervienen en el origen y en el
mantenimiento de dichos trastornos:
Conclusiones
1. La
Psicología es una ciencia que se define por el estudio del comportamiento en
todas sus manifestaciones y contextos, y también una actividad aplicada a
diversos ámbitos profesionales, entre ellos, la Psicología Clínica.
2. La
Psicología Clínica es un disciplina científico–profesional con historia e
identidad propias. Sus objetivos son la evaluación y diagnóstico, tratamiento e
investigación en el ámbito de los trastornos psicológicos o mentales.
3. El objeto
de la Psicología Clínica y de la Psiquiatría es el trastorno mental. Las
clasificaciones internacionales de las alteraciones psicopatológicas que son
objeto tanto de la Psicología Clínica como de la Psiquiatría se organizan en
torno al concepto de trastorno mental y no en términos de enfermedad. El
concepto de trastorno mental se define en términos disfuncionales o de
alteración psicológica o comportamental, de tal forma que su evaluación y
diagnóstico se apoya en criterios únicamente psicológicos y comportamentales. La
utilización en este campo de la noción de "enfermedad" presenta una
ambigüedad que no está exenta de intereses corporativos y que, desde luego, no
obedece a la naturaleza de las cosas.
4. Las
funciones profesionales de los psicólogos clínicos y de los psiquiatras
convergen en gran medida en cuanto que tienen el mismo objeto: los trastornos
psicológicos o mentales. Es evidente que el psiquiatra no está suficientemente
formado para utilizar con destreza los tratamientos psicológicos ni los
instrumentos diagnósticos desarrollados por la investigación psicológica, ni el
psicólogo posee la habilitación legal ni por ello la formación necesaria, en la
misma proporción, para hacer uso de terapéuticas farmacológicas. Por ello, y en
beneficio de la persona afectada, se impone la cooperación de ambos
profesionales en un plano de igualdad.
5. Dada la
naturaleza del trastorno mental, cualquiera de los dos profesionales, psicólogo
clínico o psiquiatra, se encuentra suficientemente capacitado para el
diagnóstico y el establecimiento de la estrategia terapéutica más conveniente
en cada caso. Consiguientemente, no tiene sentido establecer la preeminencia de
uno sobre el otro, sino que lo que se impone es la cooperación desde el
reconocimiento de las distintas competencias tal y como se recomienda en las
guías de consenso de expertos, internacionalmente aceptadas. Sólo el deber
deontológico, y el responsable ejercicio profesional en cada caso, deberán
aconsejar la búsqueda de cooperación o la remisión del paciente al experto más
adecuado, en función de la naturaleza del trastorno.
1Este
artículo está basado en el informe emitió la Federación Europea de Asociaciones
de Psicólogos (EFPA) el veintitrés de Febrero de 2001, a petición de la Sección
nº 4 de la Sala tercera del Tribunal Supremo en el recurso número 1/49/99 a
propósito del recurso interpuesto contra el título de Psicólogo Especialista en
Psicología Clínica por el Colegio de Médicos y distintas Sociedades de
Psiquiatria.
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